domingo, 1 de febrero de 2015

LA LLEGADA DE LIKO.

Me mira desde los pies de mi cama, acurrucado; quizás este pensando algo.
¿Los erizos piensan? Supongo que sí o eso quiero creer, es más divertido suponer que estará pensando que no suponer nada.
Sí, seguro que piensan, lo sé y estoy casi segura por cómo me mira.
Recuerdo cuando llegó.
Aquel día tan frío ¡¡y cómo llovía!!.
A mamá le encantan los animales. ¡Ja, a alguien me tenía que parecer!, y no puede ver un bicho sufriendo. Así que, cuando ve uno, se lo tiene que traer a casa.
A papá no siempre le hace gracia, pero creo que ya se ha acostumbrado.
Pero ese día no fue mamá quien lo vio, fui yo, cuando volvíamos del cole.
Parecía una piedra en el arcén.
Detrás de él se había estancado el agua por las hojas y, cuando la presión las hizo ceder, le alcanzó.
Salió corriendo hacia la carretera, yo grité: -¡Cuidado! - y mamá frenó en seco.
Nos quedamos en el coche, mirándonos, me dijo:- No te muevas- y se bajó.
La vi rodear el coche y mirar debajo, mientras se mojaba por la lluvia.
Se dio la vuelta y me dijo desde la puerta abierta:- Dame la manta-.
La cogí del sillón de atrás y se la di.
La vi desaparecer, una vez más, delante del coche. Cuando volvió a aparecer, traía algo envuelto en la manta.
Entró, se sentó y me dijo:-Agárralo fuerte pero con cuidado-.
Y, entonces, lo vi.
Era la cosa más bonita que había visto en mi vida.
Mi Liko, mi pequeño Liko, mi mejor amigo.
Como era de esperar, nos lo llevamos a casa.
Estaba bien, solamente asustado y, por lo que mamá creía, no era más que un bebé.
Tenía los ojos oscuros como dos botones y una nariz respingona que lo olía todo. Púas suaves y se hacía una bolita como el pompón de mi gorro de invierno.
Le pusimos en una cajita cerca del fuego para que se secara, esperando que le entrara hambre, pero se durmió y no se movió hasta el día siguiente.
Esa mañana, al despertar, me lo encontré en la alfombra de mi habitación, observándome.
Abrió su boca para bostezar, al tiempo que se rascaba, casi podría decirse que aburrido de esperar.
Me hizo gracia y al reírme, se asustó y se hizo nuevamente una bola.
Siempre que se asusta lo hace, aunque ya han pasado varios meses desde que llegó.
Los erizos, según he leído, son "omnívoros". ¡Uf! ¡qué palabra más difícil!, y eso quiere decir que comen casi de todo, aunque son más "insectívoros" porque lo que más comen son bichos como lombrices, caracoles... ¡Buaj! ¡qué asco! Y también comen semillas, setas, huevos... pero sin cocinar, claro.
Lo que nunca pueden tomar es leche, es veneno para ellos. ¡Qué raros!... a mi, mamá siempre me dice que debo tomar leche para crecer. ¿Quizás por eso ellos son tan pequeños?
Mamá dice que somos completamente diferentes, que cada especie tiene sus necesidades "alimenticias" y me ha hecho prometerle que nunca le daré leche ni nada que lo lleve.
¡Prometido!
De todas formas, ella se ha encargado de prepararle una caja-comedero en el jardín, que rellena todos los días.
Aunque al principio solo se quedaría unos días, al final se quedó para siempre.
Me sigue a todas partes, como un perrito, y donde no puede subir, como a mi cama, lo subo yo.
Cuando quiere salir rasca la puerta de atrás para que le abramos, se va un rato y luego vuelve, cerca de mí.
Me costó mucho encontrarle un nombre.
Es muy difícil ponerle un nombre a un erizo, porque no es un animal que te haga caso cuando le llamas, pero era solamente para tener una forma de referirnos a él. Lo hablamos un día, entre todos, durante la comida.
Mamá propuso "Pompón", a Sophie le gustaba "Shing", Paul no sabía que nombre le quedaría bien a un bicho así y papá decía que para qué ponerle un nombre si no haría caso cuando le llamáramos...
Estuvimos toda la comida pensando, sin llegar a una conclusión.
Esa misma tarde, mientras papá nos enseñaba unas fotos de su último viaje, se le ocurrió el nombre perfecto.
Hacía unas semanas había estado en Hawái y "Liko" significa "compañero" en hawaiano.
Y eso es desde que llegó a casa, mi compañero.
Desde entonces es como le llamamos, aunque no haga caso, y se lo hemos puesto es su cajita-comedero y en su camita.
Y no creo que haya en el mundo un nombre mejor para él.


EL TESORO DEL PARQUE (Avance)

Este sábado, Sophie, Paul y yo nos fuimos al parque.
Habíamos quedado para jugar con un amigo de Paul y con su hermano, un niño un poco mayor que nosotros.
Estuvo lloviendo toda la mañana y creímos que no podríamos ir. Parecía que nunca pararía pero, al final dejó de llover y en cuanto volvió a brillar el sol, nos fuimos corriendo a jugar.
Cuando llegamos, nos llevamos una gran desilusión: todos los columpios estaban aún mojados y mamá nos había advertido de que no nos empapáramos la ropa. ¡Uf, qué rabia!




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2 comentarios:

  1. Me encanta, amo a Liko!!! Ya quiero leer el tesoro del parque!!!

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    1. Gracias, Mari. A mediados de este mes ya tendrás aquí la siguiente entrada. Ten paciencia...ya queda poquito 😊🌼

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