miércoles, 4 de noviembre de 2015

LA EXCURSION.

Me levante muy temprano, cuando aun estaba amaneciendo.
Faltaba mucho rato para que sonara el despertador pero estaba tan nerviosa que ya no podía dormir.
Por fin había llegado el gran día: ¡Nos íbamos de excursión al bosque!
Blue Butterflies tiene un pequeño bosque y, cada año, nos vamos con el cole a ver las mariposas azules.
¡Son tan bonitas!
Mientras yo desayunaba, mamá me preparó un bocadillo.
Lo metió en mi mochila con dos manzanas, una para mí y otra para Liko, que siempre se viene conmigo a la excursión del bosque, unas galletas y una botella de agua.
Mamá dice que cuando se sale a caminar hay que llevar agua porque, si no bebemos, nos podemos deshidratar.
Hacía un día precioso, con el sol brillando en lo alto del cielo, así que cogí mi gorra favorita. Es una que me trajo papá de uno de sus viajes y que tiene dibujada una mariquita y, aunque apenas se veían nubes, también cogí mi chubasquero, por si acaso.
Salí corriendo de casa con Liko asomando la cabeza fuera de mi mochila y, con las prisas, se me olvidó darle un beso a mamá.
Pero ella me lo recordó.
-Ni se le ocurra, señorita, irse sin darle un beso a mamá- me dijo sonriendo. Y, después del beso, me fui corriendo al cole.
Al poco de llegar, nos pusimos en marcha y, en apenas un ratito, ya habíamos llegado al bosque.
Siempre acampamos en un claro que está junto al riachuelo. Allí dejamos las mochilas y nos fuimos con nuestra profesora.
Nuestra "profe" se llama Estela.
Es muy alta, tiene el pelo rojo y los ojos grandes y verdes y todos creemos que es muy guapa. Sobre todo mi hermano Paul, que siempre se pone colorado cuando habla con ella.
Además de guapa es muy buena y divertida y nos encanta que nos cuente cosas de las mariposas y de otros animales.
Nos explicó cómo las mariposas primero son orugas y comen hojas y después, cuando se convierten en mariposas, ya no pueden masticar y se alimentan bebiendo néctar de las flores o savia de los árboles. También nos dijo que las mariposas azules son de las más grandes del mundo y que sus alas son marrones por la parte de abajo para "desaparecer" cuando vuelan entre las plantas y así despistar a sus enemigos.
A mí las orugas me dan un poco de repelús pero me parece mágico cómo luego se transforman en mariposas.
Una ardilla bajó de un árbol mientras estábamos viendo las mariposas.
La "profe" nos contó que las ardillas de los árboles, porque por lo visto hay muchas clases, comen frutos secos, bayas y flores y, a veces, también algunos insectos.
Mientras Estela nos contaba todas estas cosas, Liko no paraba de husmear por todos los sitios. Su nariz lo olía todo y, aunque no suele ser muy veloz, en el bosque siempre se mueve muy rápido. Papá me dijo una vez que es porque reconoce olores de cuando era pequeñito y vivió allí.
Al medio día nos sentamos a comer y era muy gracioso ver como las mariposas no paraban de revolotear a nuestro alrededor. Una se me posó encima y no me atrevía a moverme porque me daba pena que se fuera. ¡Son preciosas!
Y a Liko se le posó una tan grande que parecía que le hubiesen salido alas. Todos nos reímos cuando le vimos caminar con ella en la espalda.
Descansamos un rato después de comer y luego
nos acercamos al río. Vimos ranas y la "profe" nos dijo que eran "anfibios" y eso es que, cuando nacen y son jóvenes, viven en el agua y, cuando crecen, viven fuera, en tierra. ¡Sí que son listas las ranas!
Y así, entre bichos, se nos pasó el día y, cuando el sol ya estaba un poco bajo, recogimos todo para regresar a casa.
Nos aseguramos de no dejar basura por ningún sitio, porque ya sabemos que es malo para las plantas y los animales, y nos pusimos en marcha.
Liko se acurrucó dentro de mi chaqueta y se durmió. Estaba agotado.
Y yo también estaba cansada pero feliz, porque me encanta nuestra excursión anual para ver las mariposas, nuestras bonitas Blue Butterflies.






LA FIEBRE (Avance)

Cuando me desperté noté mi carita ardiendo y me costaba abrir los ojos.
Paul me dijo que parecía un tomate de los del huerto del abuelo y sé que lo dijo para hacerme reír, pero me sentía tan malita que no me hizo gracia. Él y Sophie me miraban con cara de preocupación, pero no sabían qué decirme para que me sintiera mejor.
Mamá vino y me puso el termómetro.
- Treinta y ocho y medio - dijo - Hoy no irás al cole -.

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domingo, 7 de junio de 2015

EL GATITO (2ª Parte)

Dormía, plácidamente, acurrucado junto a Liko.
Casi parecía otro pompón.
Era un gatito precioso y creía que no sería difícil encontrarle un hogar, pero cuando, ese día, pregunté a otros niños en el cole, ninguno podía llevárselo a casa.
Un niño me dijo que tenía alergia a los gatos y que estornudaba sin parar cuando estaba cerca de uno.
Una niña me dijo que le daban miedo, porque el gato de su prima la había arañado cuando le quiso acariciar.
Otro niño dijo que tenía un perro y que se lo
comería en cuanto lo viera.
¡Ay, no!... ¡eso sí que no!
Y la profesora dijo que ya tenía dos y que no podía adoptar más porque su casa era muy pequeña.
Así que, de momento, seguiría con nosotros.
En los días que estuvo en nuestra casa, el gatito y Liko se hicieron buenos amigos.
Se escondía detrás del sofá o bajo la cama y, cuando Liko se acercaba, le saltaba encima y él se hacía una bola. Se lo pasaban genial y hasta dormían juntos en la cama de Liko.
Bueno, no siempre; alguna mañana me desperté con él acurrucado debajo mi pelo, con su carita pegada a la mía.
A mí, lo que más me sorprendía, era lo rápido que crecía. En pocos días ya era tan grande como Liko y, por lo que veía, en unos días más ya sería hasta mayor que él.
Papá me explicó que los animales crecen muy rápido y que, en pocos meses, ya son adultos.
Así que el gatito sería un hermoso gato grande antes de que me diera cuenta.
Pero teníamos que encontrarle una casa lo antes posible, porque es más difícil que alguien quiera adoptar un gato grande.
Una mañana, al ir caminando al cole, me fijé en la casa de la esquina.
Es una casita preciosa, con una valla blanca y un jardín lleno de flores. La señora que vive allí es muy amable y siempre me sonríe y me dice
"Buenos días" cuando me ve.
Al pasar, vi que estaba regando las flores y, como siempre, me saludó.
Me acordé de que tenía un gato muy bonito, de rayas grises y pelo largo, y le pregunté por él.
-Mi gatito murió hace meses. - me dijo, con la mirada triste. -Ya era muy mayor-.
Me dijo que le echaba de menos y que, sin él, se sentía muy sola.
Entonces le conté lo del gatito blanco, como le rescaté de debajo del coche, que lo llevamos al veterinario y que estábamos cuidándolo hasta que le encontráramos un nuevo hogar.
Y, de repente, la señora de la casita de las flores, volvió a sonreír y me dijo:
-¿Sabes, Annette?, yo estaría encantada de que viviera conmigo... si tú quieres, claro. -
¡Y claro que quería! No podía haber encontrado una "mamá" mejor para él.
Papá y yo se lo llevamos esa misma tarde y, en cuanto lo vio, dijo que se llamaría Algodón.
Y como ya han pasado unos meses, Algodón ya es un gato grande.
Cuando paso por allí siempre le veo. A veces está jugando a perseguir mariposas y, otras veces, está acostado en el regazo de la señora de la casita, mientras ella lee un libro.
Me siento bien por haber recatado a Algodón y me siento aún mejor porque es feliz y hace feliz a la señora de la casita de las flores.




LA EXCURSIÓN (Avance)

Me levante muy temprano, cuando aun estaba amaneciendo.
Faltaba mucho rato para que sonara el despertador pero, estaba tan nerviosa, que ya no podía dormir.
Por fin había llegado el gran día; ¡Nos íbamos de excursión al bosque!
Blue Butterflies tiene un pequeño bosque y, cada año, nos vamos con el cole a ver las mariposas azules.
¡Son tan bonitas!

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domingo, 3 de mayo de 2015

EL GATITO (1ª Parte)

Cuando le vi, me recordó a Liko.
Estaba acurrucado junto a la rueda y, cuando me agaché para acercarme, se metió debajo del coche.
Le llamé, pero no quería salir. Me miraba con los ojos muy abiertos y, aunque hacía calor, temblaba, supongo que más por miedo que por frío.
No sabía qué iba a hacer para sacarle de allí, pero sí sabía que no podía dejarle.
Me senté en la acera, pensando, y miré a Liko que
estaba a mi lado. Miraba al gatito escondido bajo el coche y se me ocurrió que, tal vez, él pudiera hacerle salir.
-Liko, ve con él- le dije y Liko, me miró un momento y, como si me entendiera, se metió bajo el coche.
Se acercó al gatito, se olieron uno al otro y, después de un rato, Liko se dio la vuelta y salió.
Al instante, detrás de él, apareció el gatito.
Lo cogí rápido para que no se asustara y se volviera a esconder y, aunque me arañó un poco tratando de zafarse, en cuanto lo acerqué a mi, se calmó.
Me lo metí dentro de la chaqueta y nos fuimos a casa.
Subí a mi cuarto, a esperar a que llegara mamá de la compra y, cuando lo puse sobre la cama, me di cuenta de lo pequeñito que era.
Era superpequeño y cuando maullaba decía: -¡Miii, miii, miii! -
Era tan bonito y tan dulce...
Era de color blanco, aunque estaba tan sucio que parecía gris, y se me ocurrió bañarle.
Cuando lo sequé parecía una bolita de algodón. Estaba esponjoso y suave como un peluche.
-Supongo que tendrás hambre, ¿verdad? - le pregunté y le dejé allí con Liko, sobre mi cama, mientras iba a buscarle algo para comer.
Le preparé un poco de leche tibia con unas miguitas de pan porque, como era tan pequeño, no sabía lo que podía darle.
En cuanto se lo puse, empezó a comer. Pobrecito, debía de llevar
mucho tiempo sin comer nada.
Cuando estuvo bien lleno, se acurrucó junto a mi almohada y se durmió. Y Liko, que parecía estar a gusto con él, se hizo una bola y se quedó a su lado.
Por la tarde lo llevamos al veterinario.
Le dijo a mamá que debíamos "desparasitarle" y eso es darle algo para que no tenga bichos que puedan hacerle enfermar.
Le dio una especie de jarabe, que no debía saber muy bien porque no quería tragárselo y, luego, una pasta marrón que me dijo mamá que es para que, cuando se lamiera y se tragara pelos, no se le formaran bolas en el estómago.
Eso sí le gusto y no paraba de relamerse.
El veterinario dijo que estaba sano, que tenía como un mes de edad y nos dio unas bolsitas de comida para gatitos.
En el camino a casa, mamá dijo que no podíamos quedárnoslo.
-Cuando se adopta a un animal hay que ser responsable. - me dijo. -No se puede adoptar porque nos de pena. Un animal no es un juguete o una cosa que podamos dejar en un rincón si nos cansamos de tenerlo. Es un ser vivo que siente, sufre y tiene necesidades y únicamente debemos quedárnoslo si estamos seguros de poder cuidarle como se merece. -
Más tarde, durante la cena, decidimos entre todos que sería mejor buscarle un nuevo hogar. Teníamos que encontrarle una familia que le cuidara bien, que le quisiera mucho y que pudiera darle todo lo que necesitara.
Mientras tanto, se quedaría con nosotros y papá nos advirtió de que no le tomáramos mucho cariño porque, luego, sentiríamos pena al separarnos de él.
Demasiado tarde, en tan solo un día yo ya le quería un montón...
... y Liko, también.







EL GATITO (2ª Parte-Avance)

Dormía, plácidamente, acurrucado junto a Liko.
Casi parecía otro pompón.
Era un gatito precioso y creía que no sería difícil encontrarle un hogar, pero cuando, ese día, pregunté a otros niños en el cole, ninguno podía llevárselo a casa.











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domingo, 15 de marzo de 2015

EL REGALO.

Hace pocos días fue el cumpleaños de papá.
Hicimos una bonita fiesta en casa y nos divertimos mucho.
Sophie, Paul y yo decoramos el salón con una guirnalda que hicimos entre los tres. Ponía, en letras muy grandes y de colores, FELICIDADES.
Nos quedó muy bien y entre Paul y Sophie la colgaron.

Mamá le hizo una gran tarta de chocolate con cerezas. Es la preferida de papá y siempre se come un trozo muy grande. Le encanta y a mí, también.
¡Es que mamá hace unas tartas tan ricas!...


El abuelo le regaló una bolsa nueva para su cámara de fotos porque, como la usa tanto, estaba ya un poco vieja y la abuela le hizo un jersey de lana de color azul que, como ella dice, "hace juego con sus ojos". Es muy, muy calentito y le vendrá bien para cuando se vaya de viaje la próxima vez porque me ha dicho que allí, a donde irá, hace mucho frío.
Sophie y Paul le regalaron un álbum de fotos grande, con algunas de sus viajes y otras de nosotros en momentos divertidos.
A mí, la que más me gusta, es una de Liko durmiendo dentro de unas de sus zapatillas. Es un dormilón y se acurruca en cualquier sitio.

Yo me pasé días pensando qué regalarle pero, no se me ocurría nada.
Mamá me decía: -Sea lo que sea,
le encantará, porque hay que ser agradecido cuando te regalan algo y lo que cuenta es el detalle. -
-Si, pero... ¿qué detalle? - pensaba yo.
Una tarde, después de llegar del cole, empecé a dar vueltas por mi cuarto, tratando de que se me ocurriera algo.
Liko me miraba ir de un lado a otro, revolviendo cajones y abriendo y cerrando las puertas del armario una y otra vez.
Tenía cara de susto, pero, la verdad, es que siempre me mira con esa cara. Es muy gracioso.
Me senté en la cama, cerré los ojos y pensé:
-¿Qué cosas utiliza papá todos los días?; su cámara de fotos, su agenda, el bloc de notas, los bolígrafos...
¡Eso es!, un portalápices para su escritorio, así tendría siempre a mano todos sus lápices y bolígrafos cuando los necesitara.
Y decidí hacerlo yo misma.
Busqué todos los materiales por casa, porque estaba segura de que tendría todo lo necesario sin tener que comprar nada. Papá me dice siempre que hay que reciclar y que, si no es necesario, no hay porque comprar cosas nuevas para todo.
Encontré un bote. Era un poco grande y pedí ayuda a mamá para cortarlo; papeles de colores que tenía de las manualidades del cole, pegamento, tijeras y unos clips que me dio Sophie.
¡Ah! y unos botones grandes y muy bonitos que había en la caja de la costura de mamá.
Y me puse manos a la obra.
Después de cortar el bote, más o menos, del tamaño de un vaso, lo forré con un bonito papel rojo brillante.
En el borde del bote hice unos cortes en el papel, lo doblé hacia adentro un poco y lo pegué.
Recorté unos tozos de papeles de colores en diferentes formas y las fui pegando por todo el bote para darle más color y, en el borde coloqué, uno a uno, los clips porque, además de que lo hacía más bonito, era una buena idea para que papá los tuviera a mano cuando los necesitara.
Después, pegué los botones, para decorarlo un poco más y listo.
¡Quedó tan bonito!
Y, a papá, le encantó.
Me dijo: -Lo has hecho tú
y eso tiene mucho mérito pero, además, es un regalo muy útil. Desde hoy estará siempre en mi escritorio. -
Me sentí genial porque a papá le gusto mucho mi regalo y fue superdivertido hacerlo yo misma.
¿Te animas a hacerlo tú?


EL GATITO (Avance)

Cuando le vi, me recordó a Liko.
Estaba acurrucado, junto a la rueda, y cuando me agaché para acercarme, se metió bajo el coche.
Le llamé pero no quiso salir. Me miraba con los ojos muy abiertos y, aunque hacía calor, temblaba, supongo que más por miedo que por frío.
No sabía como iba a hacer para sacarle de allí pero sí sabía que no podía dejarle.



PASO A PASO PARA HACER TU PORTALÁPICES.



Necesitas estos materiales:
-Un bote de cartón, papeles o cartulinas de colores, tijeras, pegamento, clips y botones.





Paso 1: Pide a un adulto que te ayude a recortar el bote, más o menos, del tamaño de un vaso.







Paso 2: Recorta y pega el papel que hayas elegido para cubrir el bote. Debes medir el contorno y la altura (si utilizas una cinta métrica de costura te resultará más fácil) y añádele un centímetro mas de largo para poder pegarlo bien y otro de alto para doblarlo y pegarlo hacia adentro en el borde del bote.






Paso 3: Recorta figuras de colores y pegalas. Yo hice cuadrados y rectángulos pero tu puedes hacer las que más te gusten (círculos, triángulos, estrellas, corazones...






Paso 4: Por último, coloca los clips por el borde del bote y pega los botones.










¡YA TIENES TU PORTALÁPICES TERMINADO!



domingo, 15 de febrero de 2015

EL TESORO DEL PARQUE.

Este sábado, mis hermanos y yo, nos fuimos a jugar al parque.
Habíamos quedado para jugar con un amigo de Paul y con su hermano, un niño un poco mayor que nosotros.
Estuvo lloviendo toda la mañana y creímos que no podríamos ir. Parecía que nunca pararía pero, al final, dejó de llover y, en cuanto volvió a brillar el sol, nos fuimos corriendo a jugar.
Cuando llegamos nos llevamos una gran desilusión; todos los columpios estaban aún mojados y mamá nos había advertido de que no nos empapáramos la ropa. ¡Uf, qué rabia!
Nos quedamos un rato pensando a qué podíamos jugar, pero no se nos ocurría nada. No habíamos llevado una pelota, ni las bicis, ni los patines...
¡Vaya aburrimiento!
De repente, el niño mayor dijo:
-¿Os apetece jugar a buscar el tesoro? -.
Nos miramos unos a otros y contestamos a la vez:
-¡Sííí! - aunque no sabíamos cómo era el juego.
-Vale- dijo -Esperadme aquí un momento, ahora vuelvo-.
Y se marchó corriendo.
Nos quedamos allí, tratando de averiguar qué sería jugar a "buscar el tesoro" y, mientras hablábamos, el niño mayor volvió con una bolsa.
-Tenéis que hacer dos equipos- dijo, así que Sophie y yo hicimos uno y Paul y su amigo, otro.
-Bien, ahora tenéis que ir encontrando las pistas que yo os he dejado y el equipo que encuentre antes el tesoro, gana y se lo queda- dijo el niño mayor.
¡Era un juego genial! Y, por supuesto, Sophie y yo, estábamos decididas a ganar.
Dentro de la bolsa que él había traído, había unos papeles con las primeras pistas y teníamos que coger uno, sin mirar, para empezar a buscar.
-Coge tu primero, Annette- dijo, y metí la mano en la bolsa. Luego cogió el amigo de Paul y empezamos a jugar.
El niño mayor se sentó bajo un árbol grande y Liko se quedó a su lado porque, como es un erizo, no es que sea muy veloz que digamos y, cuando corremos por ahí, suele quedarse quietecito en un sitio, observándonos.
Nuestra primera pista decía:
"Si buscas y buscas sin parar, cerca de la basura la vas a encontrar"
¿Basura? ¿En el parque? No podía ser; el parque de Blue Butterflies siempre está muy limpio. Todos sabemos que hay que ser cuidadosos y no tirar nunca basura fuera de las papeleras.
-¡Eso es... la papelera! - dijo Sophie y corrimos hacia allí.
Miramos dentro pero no veíamos nada y no queríamos meter la mano y, entonces vi, en un lado de la papelera, un papel pegado... ¡con un chicle!
Era asqueroso pero encontramos la segunda pista y estábamos muy emocionadas.
La segunda pista decía:
"Ten cuidado de no resbalarte y encontrarás la siguiente por alguna parte".
Sophie y yo nos miramos y dijimos a la vez: -¿Resbalar? ¡El tobogán! -.
Y fuimos corriendo para allá.
Mientras tanto, Paul y su amigo hacían lo mismo que nosotras, correr de un lado a otro del parque buscando el tesoro. Los otros niños que jugaban por allí nos miraban extrañados, pero era tan divertido que nos daba igual.
.
Llegamos al tobogán pero no veíamos nada así que, miramos debajo y allí estaba, pegada otra vez con un chicle, la tercera pista.
Decía:
"Ponte de espaldas al sol, cuenta hasta tres, camina diez pasos y mira a tus pies".
¡Uff, menos mal que había salido el sol!
Caminamos los diez pasos y miramos a nuestros pies. Estábamos en el jardinillo del parque, justo delante de las margaritas y... ¡Allí estaba el tesoro, entre las flores!
¡Era una bolsa de monedas de oro... de chocolate!
Sophie y yo ganamos el juego, aunque Paul y su amigo estaban a punto de conseguirlo cuando nosotras lo encontramos y, como buenos amigos, nos repartimos el tesoro.
El niño mayor también compartió con nosotros los chicles que le había sobrado y Liko, como no puede comer chocolate, se comió encantado una zanahoria que llevaba para él en mi mochila.
Fue una tarde genial.


EL REGALO (Avance)

Hace pocos días fue el cumpleaños de papá.
Hicimos una bonita fiesta en casa y nos divertimos un montón.
Sophie, Paul y yo decoramos el salón con una guirnalda que hicimos entre los tres. Ponía "FELICIDADES" en letras grandes y de colores y entre Sophie y Paul la colgaron.
Quedó muy chula.




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domingo, 1 de febrero de 2015

LA LLEGADA DE LIKO.

Me mira desde los pies de mi cama, acurrucado; quizás este pensando algo.
¿Los erizos piensan? Supongo que sí o eso quiero creer, es más divertido suponer que estará pensando que no suponer nada.
Sí, seguro que piensan, lo sé y estoy casi segura por cómo me mira.
Recuerdo cuando llegó.
Aquel día tan frío ¡¡y cómo llovía!!.
A mamá le encantan los animales. ¡Ja, a alguien me tenía que parecer!, y no puede ver un bicho sufriendo. Así que, cuando ve uno, se lo tiene que traer a casa.
A papá no siempre le hace gracia, pero creo que ya se ha acostumbrado.
Pero ese día no fue mamá quien lo vio, fui yo, cuando volvíamos del cole.
Parecía una piedra en el arcén.
Detrás de él se había estancado el agua por las hojas y, cuando la presión las hizo ceder, le alcanzó.
Salió corriendo hacia la carretera, yo grité: -¡Cuidado! - y mamá frenó en seco.
Nos quedamos en el coche, mirándonos, me dijo:- No te muevas- y se bajó.
La vi rodear el coche y mirar debajo, mientras se mojaba por la lluvia.
Se dio la vuelta y me dijo desde la puerta abierta:- Dame la manta-.
La cogí del sillón de atrás y se la di.
La vi desaparecer, una vez más, delante del coche. Cuando volvió a aparecer, traía algo envuelto en la manta.
Entró, se sentó y me dijo:-Agárralo fuerte pero con cuidado-.
Y, entonces, lo vi.
Era la cosa más bonita que había visto en mi vida.
Mi Liko, mi pequeño Liko, mi mejor amigo.
Como era de esperar, nos lo llevamos a casa.
Estaba bien, solamente asustado y, por lo que mamá creía, no era más que un bebé.
Tenía los ojos oscuros como dos botones y una nariz respingona que lo olía todo. Púas suaves y se hacía una bolita como el pompón de mi gorro de invierno.
Le pusimos en una cajita cerca del fuego para que se secara, esperando que le entrara hambre, pero se durmió y no se movió hasta el día siguiente.
Esa mañana, al despertar, me lo encontré en la alfombra de mi habitación, observándome.
Abrió su boca para bostezar, al tiempo que se rascaba, casi podría decirse que aburrido de esperar.
Me hizo gracia y al reírme, se asustó y se hizo nuevamente una bola.
Siempre que se asusta lo hace, aunque ya han pasado varios meses desde que llegó.
Los erizos, según he leído, son "omnívoros". ¡Uf! ¡qué palabra más difícil!, y eso quiere decir que comen casi de todo, aunque son más "insectívoros" porque lo que más comen son bichos como lombrices, caracoles... ¡Buaj! ¡qué asco! Y también comen semillas, setas, huevos... pero sin cocinar, claro.
Lo que nunca pueden tomar es leche, es veneno para ellos. ¡Qué raros!... a mi, mamá siempre me dice que debo tomar leche para crecer. ¿Quizás por eso ellos son tan pequeños?
Mamá dice que somos completamente diferentes, que cada especie tiene sus necesidades "alimenticias" y me ha hecho prometerle que nunca le daré leche ni nada que lo lleve.
¡Prometido!
De todas formas, ella se ha encargado de prepararle una caja-comedero en el jardín, que rellena todos los días.
Aunque al principio solo se quedaría unos días, al final se quedó para siempre.
Me sigue a todas partes, como un perrito, y donde no puede subir, como a mi cama, lo subo yo.
Cuando quiere salir rasca la puerta de atrás para que le abramos, se va un rato y luego vuelve, cerca de mí.
Me costó mucho encontrarle un nombre.
Es muy difícil ponerle un nombre a un erizo, porque no es un animal que te haga caso cuando le llamas, pero era solamente para tener una forma de referirnos a él. Lo hablamos un día, entre todos, durante la comida.
Mamá propuso "Pompón", a Sophie le gustaba "Shing", Paul no sabía que nombre le quedaría bien a un bicho así y papá decía que para qué ponerle un nombre si no haría caso cuando le llamáramos...
Estuvimos toda la comida pensando, sin llegar a una conclusión.
Esa misma tarde, mientras papá nos enseñaba unas fotos de su último viaje, se le ocurrió el nombre perfecto.
Hacía unas semanas había estado en Hawái y "Liko" significa "compañero" en hawaiano.
Y eso es desde que llegó a casa, mi compañero.
Desde entonces es como le llamamos, aunque no haga caso, y se lo hemos puesto es su cajita-comedero y en su camita.
Y no creo que haya en el mundo un nombre mejor para él.


EL TESORO DEL PARQUE (Avance)

Este sábado, Sophie, Paul y yo nos fuimos al parque.
Habíamos quedado para jugar con un amigo de Paul y con su hermano, un niño un poco mayor que nosotros.
Estuvo lloviendo toda la mañana y creímos que no podríamos ir. Parecía que nunca pararía pero, al final dejó de llover y en cuanto volvió a brillar el sol, nos fuimos corriendo a jugar.
Cuando llegamos, nos llevamos una gran desilusión: todos los columpios estaban aún mojados y mamá nos había advertido de que no nos empapáramos la ropa. ¡Uf, qué rabia!




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